Al empleado perfecto lo forja la empresa, no el gobierno.
Por décadas los gerentes latinoamericanos se han quejado por el divorcio entre las necesidades de sus empresas y la formación que imparten las universidades y los centros de educación vocacional. Por décadas también, los técnicos han ensayado formas para acercar unas y otras, con resultados más bien decepcionantes.
Esta discusión, en la que casi siempre salen mal librados los gobiernos, puede tener otra solución en la que hay menos lloriqueos y más acción empresarial.
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