La COP 28 de Dubái no fue, necesariamente, el fracaso que algunos ambientalistas denuncian. Fue más bien, como lo señaló Ricardo Meléndez-Ortiz, asesor estratégico de Latin Trade, desde la sede de la reunión en Dubái, “igual que las anteriores”.
Ni siquiera dramas como el nombramiento del CEO de la petrolera estatal de los Emiratos Árabes – la octava más grande del mundo –, como presidente de la conferencia, descarrilaron el evento más allá de lo esperado.
En Dubái, los países se reunieron para evaluar, a mitad de camino, la implementación del Acuerdo de París de 2015. Constataron, nuevamente, sus incumplimientos tanto en los compromisos voluntarios escritos en las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés), que establecen la velocidad con la que los países se comprometen a descarbonizar sus economías, como en los compromisos de la comunidad internacional de proveer los recursos para la implementación.
“Frente a semejante crisis el acuerdo es demasiado tímido. Seguimos sin compromisos financieros suficientes para pagar la transición, los daños o la adaptación”, dijo el asesor estratégico de Latin Trade.
Con todo, el texto acordado en la madrugada del 13 de diciembre, 24 horas pasado el fin formal de la conferencia, contiene las señales que guiarán las políticas públicas y, más importante, el mercado, y con ello la innovación tecnológica.
En este sentido hay tres elementos que se deben destacar:
El primero parece casi inverosímil “Por primera vez en 33 años de las negociaciones se mencionan explícitamente los combustibles fósiles como fuente de las emisiones de gases invernadero y por primera vez, el mundo acordó sustituirlos”, explicó Ricardo Meléndez-Ortiz. La COP de Glasgow 2021 había incorporado algún lenguaje tímido sobre carbón.
Se establecieron trayectorias de reducción en el uso de combustibles fósiles, combinadas con compromisos de triplicar la oferta de energías limpias para sustituirlos. ‘Se prevé una situación de net-zero para el 2050 para mantener la meta de no desbordar los 1,5C, pero no se establecieron mecanismos de verificación y enforcement”. Restablecieron sí el principio de justicia en la implementación: “reconociendo que la una transición deberá ser justa, ordenada y equitativa, con los países desarrollados liderando el proceso”.
El mundo, versión europea
El segundo resultado no aparecerá en las conclusiones de la COP, pero fue un tema destacado de discusión en las reuniones públicas y privadas.
El elemento que ha sido más potente para mover la acción empresarial no han sido los gobiernos, sino la ‘presión de los pares’. Los empresarios cada vez más atienden las solicitudes de sus clientes, de grupos ciudadanos, de sus accionistas y de sus bancos, que les piden reducir sus huellas de carbono.
La presión no ha tocado con fuerza a Estados Unidos y a China, los mayores emisores del planeta, y muy poco a Rusia y a los grandes petroleros.
Sin embargo, una regulación europea puede cambiar fuertemente el campo de juego para las empresas.
La Unión Europea puso en marcha desde el 1 de octubre la fase de prueba de un impuesto que gravará las importaciones de cemento, hierro y acero, aluminio, fertilizantes, electricidad e hidrógeno a partir de 2026, expandiéndose a nuevos sectores gradualmente. Es el Mecanismo de Ajuste en Frontera al Carbono (CBAM por su sigla en inglés).
Las estimaciones muestran que el impuesto representará entre 20% y 35% para algunas importaciones.
El impuesto conseguiría varios objetivos. De un lado, acelerar la descarbonización de ciertas industrias europeas que hasta ahora recibían derechos de CO2 subsidiados para compensar sus emisiones. De otro, impedir que las empresas europeas pierdan su competitividad frente a jugadores que operan con energía ‘sucia’ y finalmente, evitar que la industria se relocalice fuera del Viejo Continente.
La respuesta india, que exporta US$7.400 millones anuales en productos de acero a Europa, no se hizo esperar. “Por supuesto, tomaré retaliaciones. Por eso no se preocupe”, dijo desafiante en entrevista a un periódico local, el ministro de comercio e industria de la India, Piyush Goyal.
La India les cobrará un impuesto a sus productores de bienes con alto contenido de carbono. Los impuestos pagados los podrán descontar en la frontera europea y así estas empresas no tendrán que pagar nada adicional. Los recaudos, además, los usará la India para apoyar su transición energética.
En América Latina, la implantación del CBAM puede tener un efecto positivo. Los bienes exportables en los seis sectores sujetos al impuesto se producen en la región con energías de bajo carbono. Esto abre la oportunidad de sacarle provecho a la matriz energética, mucho más limpia, incluso si se establecieran impuestos domésticos a la emisión, sostiene Meléndez-Ortiz. Algunos análisis preliminares inclusive apuntan a posibles mejoras en balanza comercial de las industrias de uso intensivo de energía.
Un estudio reciente del BID advirtió, sin embargo, que si hacia el futuro se incluyen nuevos sectores como el agrícola, al menos cinco países andinos podrían quedar en posición muy vulnerable.
Lo cierto es que con el CBAM Europa disparará un proceso de movidas y respuestas comerciales y ambientales que ahora necesitan cálculos nuevos. “¿Los impuestos fronterizos al carbono, al acelerar la transición de países en desarrollo, introducen desequilibrios en la ecuación de responsabilidad diferenciada en los acuerdos sobre clima?” Y, en cuanto a los principios multilaterales de comercio, “¿Se ajustarán los acuerdos a esta nueva realidad? El debate lleva al menos 25 años pero todavía no lo acoge la OMC”, dijo. Destacó que en ausencia de un árbitro global y de un foro especializado, las medidas y las políticas industriales y la nueva carrera por tecnologías verdes que basa su competitividad en el musculo fiscal de los grandes países, crecientemente genera ansiedad.
Sin la OMC, por ejemplo, Estados Unidos y la Unión Europea compiten ahora con multimillonarios programas de subsidios mientras discuten bilateralmente la definición de metodologías comunes para establecer el contenido de carbono de sus productos (Carbon Embededness).
Para las reparaciones
El tercer resultado es que habrá un programa y dinero para remediación y compensación a los efectos del cambio climático. “Por primera vez acordó que la remediación y la compensación son tareas reales y se creó un fondo especializado con una cantidad, si bien insuficiente, sobre la mesa”, dijo.
De hecho, alrededor de la COP 28 se movilizó una suma superior a US$85.000 millones en recursos para la acción climática. Esta cifra no llega todavía al requerido estimado y acordado desde 2009.
La COP29 se llevará a cabo en Bakú, Azebaiyán en noviembre de 2024 y COP30 en Belén, Brasil en noviembre 2025.
Los enfrentamientos de bloques de países y los intereses de sectores específicos seguirán limitando la acción frente al calentamiento global. Sin embargo, la fuerza de estos tres resultados – la sustitución de combustibles fósiles, la puesta en marcha de impuestos de carbono en las fronteras y el dinero para remediación y compensación –, puede generar acciones tangibles y quizás más eficaces en la transformación hacia un mundo más descarbonizado.