India, potencia global emergente: opinión de Andrés Rugeles y Guillermo Fernández de Soto

El mundo se encuentra en un proceso progresivo e irreversible de transición hacia un nuevo eje de poder económico que estará anclado en Asia, con unas claras implicaciones geopolíticas. No es un fenómeno nuevo. Basta recordar cómo, entre los años 1000 y 1800, China e India se constituyeron en las grandes economías del planeta. El péndulo de la historia está de nuevo de regreso y la supremacía de Occidente estaría limitada.

Las recientes noticias de las reuniones de primavera del Banco Mundial (BM) y Fondo Monetario Internacional (FMI) en Washington así lo corroboran. Nueva Delhi emerge como uno de los grandes ganadores. Lo hace no sólo en el campo económico al convertirse en una de las locomotoras del crecimiento junto con Pekín, sino también al alcanzar la población más grande del planeta con 1.430 millones de habitantes -superior a China- y lograr un denotado liderazgo y protagonismo internacionales a través  de iniciativas estratégicas como la presidencia del G-20. En pocas palabras, el tigre despertó, rugió y hasta mordió.

Una locomotora del crecimiento

Las proyecciones de la economía mundial no son alentadoras y las turbulencias financieras nublan el panorama. El FMI ha rebajado una décima su previsión de crecimiento de la economía para este año, ubicándola en 2.8%, y en un 3% para el 2024. Las probabilidades de un aterrizaje forzoso han aumentado y el crecimiento de los países emergentes se ralentizará en su conjunto.

En contraste, la India crecerá por encima del 6.3% este año, una de las más altas tasas de los 46 países de la región del Asia Pacífico. Es la quinta economía mundial desde 2022 y se estima que en el 2030 sea la tercera economía, por encima de Japón y Alemania.

Ha logrado tomar ventaja de los efectos de la pandemia y de la reorganización de las cadenas de producción y suministro globales. Se ha convertido en una potencia manufacturera y tecnológica. Comparativamente su mano de obra tiene un alto nivel educativo y alberga bajos costos. Por ello, no es extraño que Apple haya establecido una de sus plantas de producción de teléfonos iPhone en este país, al igual que lo han hecho empresas asiáticas vinculadas a semiconductores. Para el  2047 se espera que el 20% de los trabajadores del globo sean indios. Estos han tenido y tienen una activa participación -a nivel directivo- en diferentes sectores y empresas multinacionales como Microsoft, Google, IBM, MasterCard y Tweeter.

El desarrollo de la India es producto de la dirección estratégica que tomó el país, de la construcción de fundamentos sólidos macroeconómicos y de una serie de reformas estructurales que adoptó para simplificar los marcos regulatorios, eliminar trámites innecesarios, brindar mayores certidumbres y transparencia. Se focalizó en temas centrales como inversiones, infraestructura, digitalización, urbanización, desarrollo rural, comercio exterior, entre otros.  Un claro ejemplo es su ambiciosa apuesta por triplicar las exportaciones. Su meta es alcanzar los 2 billones de dólares en el 2030.

Para Samir Saran, Presidente de la Observer Research Foundation, principal centro de pensamiento de la India, el crecimiento del país es una respuesta a “nuestra transiciones verdes, la revolución tecnológica, el gran impulso de las infraestructuras y nuestra economía del conocimiento apoyada por una población joven.”

La nación más poblada del mundo

A partir de abril de 2023, la India será la nación más poblada del mundo (UNFPA). Le ha robado el liderazgo a China en ese plano, el cual ostentaba al menos desde el año 1950 cuando se inició la serie de datos estadísticos de las Naciones Unidas. Ambos países representan un tercio de la población mundial. Pero más allá de su tamaño, la población de la India se caracteriza por su juventud (edad media de 28 años vs. 38 años en Estados Unidos y 39 años en China), educación y altas tasas de fecundidad.

Las proyecciones indican que hacia 2050 tendrá 1,500 millones de personas y alcanzaría un pico de 1600 – 1800 millones en el 2060.

El dividendo demográfico la posiciona como potencia global y le brinda la oportunidad de acelerar su desarrollo de cara al cumplimento de los Objetivos de la Agenda 2030. Su clase media, que representa el 55% de la población, se ha expandido de manera significativa en las últimas tres décadas, contribuyendo al crecimiento económico, innovación y consumo.

No obstante, tiene enormes desafíos sociales en materia de desigualdad, pobreza, equidad de género y también ambientales. De hecho, el 10% de la población atesora el 77% de la riqueza (Oxfam) y tiene más de 296 millones de pobres (FIDA). Ha logrado en los últimos 15 años importantes avances en reducción de la pobreza multidimensional. Ello exige que para los próximos años despliegue significativas inversiones en el campo social, particularmente en educación, salud y sanidad, y se garanticen empleos productivos y trabajo digno.

Liderazgo y protagonismo internacionales

La India ha iniciado una nueva narrativa como potencia emergente que busca y se merece su espacio en el mundo. Su política exterior está caracterizada por su pragmatismo y visión multipolar. La mejor forma de definirla es a través del concepto de “autonomía estratégica”, el cual ofrece una tercera vía para aquellas naciones del Sur Global que no desean tener un alineamiento con las grandes potencias globales ni inmiscuirse en la pugna bipolar Este-Oeste. Su intención es ser bisagra entre potencias rivales y su objetivo es alcanzar una alineación mixta a través de plataformas multidimensionales.

Durante la pasada “Cumbre de la Voz del Sur Global”, celebrada virtualmente en enero de 2023 con la participación de más de 125 países en desarrollo, el Primer Ministro Modi lo dejó claro al hablar en su nombre: “Su voz es la voz de India y sus prioridades son las prioridades de India”.

Ha sido crítica de Pekín e Islamabad -dos grandes rivales con quienes tiene aún diferencias por solventar- en temas fronterizos, soberanía e integridad territorial. Incluso ha ido más allá al integrar la coalición estratégica en el Indo-Pacífico denominada “Quad”, que está conformada por Australia, Japón y Estados Unidos, y adicionalmente ha forjado estrechos vínculos estratégicos de cooperación con Europa.

Su proyección es clara. Desea hacer un contrapeso a China en la región. Analistas como Tanvi Madan de Brookings Institution la definen como una relación que ha transitado de un “involucramiento competitivo” hacia una “coexistencia competitiva”, por no llamarla “coexistencia armada”.

La India ha mantenido una postura de abstención en las votaciones de Naciones Unidas (en la cual tiene el interés en convertirse en miembro pleno del Consejo de Seguridad) contra la invasión de Rusia a Ucrania, aunque ha dejado en claro que éste no es el momento de la guerra y se debe transitar el camino de la democracia, la diplomacia y el diálogo. Su estrecha cercanía a Moscú es histórica y se alimenta actualmente de la importación de petróleo y equipo de militar como  sistemas de defensa aérea, fragatas y submarinos nucleares, a cambio de recursos financieros frescos.

A través del G-20, pretende expresar el descontento de las naciones en desarrollo, así como sus preocupaciones en temas centrales como seguridad alimentaria, precios de energía, efectos del calentamiento global y tensiones geopolíticas. Tiene, a su vez, una importante participación en los  BRICS y en la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO).

Su interés, en definitiva,  es construir estrechas relaciones con Europa Occidental, Estados Unidos, Oriente próximo y Africa, para estar al servicio de su política, principios, valores e intereses y poder así garantizar una presencia mundial.

Comentarios finales

América Latina -a pesar de la distancia geográfica- tiene el desafío de acercarse más a la India en un ejercicio estratégico de construcción y defensa del Sur Global, para promover el diálogo político, el intercambio comercial, las inversiones y la cooperación horizontal. Brasil, México, Colombia, Argentina y Perú son algunos de sus principales socios, pero el espectro debería abrirse a otras naciones de la región y también a otros sectores.

La magnitud del comercio bilateral es superior a USD 42.500 millones al año, pero sigue sin aproximarse a su potencial a pesar de su complementariedad y crecimiento en la última década (145%). Se concentra en pocos países y productos, principalmente primarios o basados en recursos naturales (exportaciones) y productos con valor agregado y de tecnología media – alta (importaciones). Este podría duplicarse a 100.000 millones de dólares en los próximos cinco años, según estimaciones de R. Viswanathan, exjefe del departamento de América Latina del Ministerio de Relaciones Exteriores de la India.

En materia de Inversión Extranjera Directa (IED), existe un amplio espacio de mejora. Las cifras son modestas. Desde el 2001 al 2022 la región recibió sólo el 6,7% de las inversiones directas extranjeras totales de India. Es decir, USD 1.800 millones sobre un total de USD 27.800 millones (Ministerio de Finanzas de India).

Una reciente publicación de CAF – Banco de desarrollo de América Latina le apunta acertadamente a la construcción de una plataforma multidimensional de integración en las relaciones Indo – Latinoamericanas para escalar, diversificar y sofisticar el comercio y la inversión, así como para promover la seguridad alimentaria y la agenda climática, la seguridad energética, las nuevas tecnologías, la salud, entre otros.

Para alcanzar este fin se deben implementar reformas para converger estratégicamente y crecer en cantidad y calidad. Se requerirá aumentar la cobertura de los acuerdos comerciales y de inversión, crear mecanismos que faciliten el comercio, realizar actividades de promoción, mejorar la logística, impulsar la inversión en infraestructura y sectores críticos, profundizar la cooperación técnica y desarrollar redes de negocio, de acuerdo con estudios del  Banco Interamericano de Desarrollo (BID). En definitiva, se necesita una asociación birregional más fecunda para ser un importante polo de desarrollo.

La India como potencia emergente tiene el reto de mostrar liderazgo regional y global, a partir de su fortaleza económica y dividendo demográfico, en la configuración de una agenda dinámica de trabajo en un mundo en evolución y multipolar. Esta proyección requiere, a su vez, la edificación de una nación moderna y un indeclinable compromiso con los principios y las normas democráticas, el respeto por las minorías étnicas y religiosas y la libertad de prensa.  

El gran proceso de convergencia a nivel global que estamos observando explica en buena medida los cambios que se avecinan en los próximos años, los cuales requerirán de una gran dosis de imaginación y voluntad política para fortalecer instituciones, crear nuevas y repensar los procesos de gobernanza global. Los poderes emergentes deberán, cada vez más, asumir su nuevo rol como actores responsables en el concierto internacional, bajo un multilateralismo fortalecido, una solidaridad renovada y un estricto cumplimiento del derecho internacional.

No hay duda de que  ésta será la década y el siglo de la India y Asia. América Latina debe redoblar sus esfuerzos para subirse al tren del progreso. El riesgo de quedarnos rezagados es inminente.

*Andrés Rugeles, Visiting Fellow de la Universidad de Oxford y Miembro del Advisory Board del Sur Global del LSE.

Guillermo Fernández de Soto, Presidente del Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales (CORI) y excanciller.

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