América Latina postpandemia entre el desarrollo sostenible y los ESG. A ESG le falta otra E: Ingo Plöger

Brasil como anfitrión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo – también conocida como Eco-92, Cumbre de la Tierra, Cumbre de Verano, Conferencia de Río de Janeiro y Río 92 –, fue el primer signatario del compromiso climático.

Simbolizó que el mundo en desarrollo y el desarrollado estaban comprometidos con un desarrollo, no a cualquier costo sino sustentable, para que las próximas generaciones pudieran vivir en un planeta de calidad.

Esta conferencia y otras posteriores, como el Protocolo de Kioto de 1997, también suscrito por las naciones de América Latina y muy tarde por Rusia, que validaron este compromiso, fue el entendimiento de que el desarrollo sostenible se daba en los campos económico, social y ambiental. En este orden, porque sin lo económico, no serían sostenibles lo social y lo ambiental. Lo social antes que lo ambiental, porque quienes tienen hambre piensan primero en sí mismos.

Este concepto no surgió desde el principio, pero fue muy combatido por los países en desarrollo. Europa en ese momento entendía el desarrollo sostenible, mucho más ambiental que social y económico, sobre todo porque para ellos los últimos no eran problemas prioritarios. Lo económico, con la formación de la Unión Europea y los principios de Maastricht, estaba bien encaminado, y lo social también estaba mal que bien, anclado en la red social que el bloque de países que integraban la UE había resuelto.

Restaba lo medioambiental, porque era evidente que el estilo de vida de Europa no era sostenible a largo plazo. Hubo varios informes de emisiones, y también de estilo de vida, que mostraron que si el mundo adoptara el estilo de vida europeo, necesitaríamos 3 planetas 1/, lo que obviamente no era sostenible.

La situación en los Estados Unidos era peor. Con un estilo de vida más derrochador, requería 5 planetas, si los 7 mil millones de habitantes querían elegir el mismo estilo de vida.

Como Estados Unidos siempre se mostró reacio a estos acuerdos, incluso siendo el único país que no firmó el Protocolo de Kioto, el debate fue entre europeos y países en desarrollo.

China convertido en el mayor emisor de gases de efecto invernadero, se defendió, argumentando que las emisiones per cápita de China eran mucho más bajas que las de los europeos y estadounidenses.

Fue una iniciativa brasileña, sudamericana, que surgió con la propuesta de monetizar la captura de gases de efecto invernadero a través de un mecanismo de desarrollo limpio MDL (Clean Development Mechanism, CDM). El MDL tuvo un procedimiento tan complejo de adicionalidad y voluntariedad, entre otros, que muy pocas iniciativas tuvieron éxito. Pero la presión para tener un mecanismo para monetizar el esfuerzo de sostenibilidad climática fue tal, que se creó una Bolsa de CO2 en Chicago que incluso negoció una tonelada de CO2 a US$9,00, mientras que la UE llegó a ofrecer 30 Euros / tonelada en el MDL.

Pero como no podía ser de otra manera, sin una gobernanza efectiva, aparecieron proyectos, sin o con poca gobernanza y la credibilidad de estos procedimientos se volvió dudosa, además de los trámites extremadamente burocráticos sepultaron la iniciativa de monetizar el esfuerzo socioambiental. Así continuaron los subsidios y compensaciones tributarias, que beneficiaron a los desarrollados.

En esta pausa surgieron presiones para los países desarrollados que ya habían sido emisores exagerados y no habían alcanzado las metas de Kyoto, y ahora buscaban el mismo compromiso con los países en desarrollo en sus políticas industriales. Pedían reportes y certificados de responsabilidad social y ambiental para poder acceder a sus mercados tanto de productos y servicios como de capitales.

El compromiso de Kioto demostró ser insuficiente, sobre todo porque los propios países en desarrollo no pudieron cumplir las metas fijadas, y la Conferencia de París pareció fijar nuevas metas para las próximas décadas.

El compromiso de París fijó objetivos de emisión y aumento de la temperatura de la tierra y entró en su primera fase, pero con la administración Trump hubo un incumplimiento de este acuerdo por parte de un actor importante, Estados Unidos.

Al debilitar el Acuerdo, los demás siguieron comprometidos, mientras que la presión popular y de los consumidores aumentaba y se convertía en un elemento político relevante. Lo que antes estaba reservado para grupos selectos y ONG ahora se está convirtiendo en la preferencia del consumidor, cambiando por completo las características de los mercados.

La Unión Europea reaccionó y adoptó políticas de movilidad eléctrica, energías sostenibles y movimientos contra el diésel. China le apostó a un gigantesco esfuerzo por ser protagonista de la globalización y la sustentabilidad y promueve una política industrial de dinamización de vehículos eléctricos, energía solar, entre otros. Los bancos se unieron en un Acuerdo de Basilea para promover la financiación verde.

Aparecieron las primeras iniciativas de financiación más coherentes y sólidas orientadas a la sostenibilidad, pero con un nuevo elemento de gobernanza. Gobernanza Social Ambiental ESG, que ofrece ventajas financieras de menores intereses y preferencias para quienes adhirieran a los principios ESG.

La ESG que emergió de nuevo desde Europa, busca dar transparencia y preferencia a lo que el bloque siempre ha necesitado, el compromiso con el medio ambiente y lo social, colocando la gobernanza como elemento diferenciador, para asegurar su credibilidad.

Europa asumió nuevos compromisos para 2030 y 2050. Pero pronto se dio cuenta de que sus cadenas de producción son globales: de poco sirve comprometerse con esos objetivos, si los componentes y piezas importados proceden de orígenes insostenibles. Se trató entonces de establecer una política de compromisos con la cadena de producción global, que solo funcionará con socios confiables.

Sigue la guerra comercial y de comunicaciones entre EE.UU. y China, y Europa adopta la política de doble estándar, es decir, para China tiene una forma de actuar y para otros como Latinoamérica, estándares menos blandos.

Luego vino la reciente temporada de incendios forestales. En Estados Unidos, Australia, Europa y lamentablemente también en el Amazonas y el Pantanal. Estos últimos por afectar las reservas naturales más emblemáticas y la incapacidad brasileña para abordar ese tema, generaron una repercusión negativa a nivel mundial. Y ahora hacen parte de ESG, mucho más para América Latina que para otras regiones. Recordando que ahora es por voluntad del consumidor.

¡ESG, y mucho más ahora la G, se vuelven importantes!

Con la derrota de Trump y la victoria de Biden en EE. UU., y con el regreso de EE. UU. al Acuerdo de París, parece que tendremos la revitalización de la agenda de sostenibilidad.

Un gran paso en la dirección correcta, ¡pero no del todo!

¡La pandemia nos ha dejado de un solo golpe, menos globales, más digitalizados, muchos más pobres y pocos más ricos!

Los países, especialmente los en desarrollo, saldrán de la pandemia mucho más pobres y endeudados, con necesidad de inversiones para la salud de sus poblaciones y para la reanudación de su crecimiento económico. Esto se traducirá en economías mucho más frágiles. Los países desarrollados tendrán más aire para recuperarse más rápido y con más fuerza.

Por tanto el ESG perdió lo que tenía para crear el desarrollo sostenible, su primer vector: ¡la sostenibilidad económica!

En Alemania se está debatiendo sobre el freno al endeudamiento 2/, mientras que en Brasil y otros países, la economía se vuelve sostenible reduciendo el déficit y la deuda, poniendo bajo presión la economía y la población.

Por tanto, a ESG le falta otra E.

No es suficiente tener gobernanza ambiental y social si no tenemos sostenibilidad económica. Esta ecuación se remonta al buen principio del desarrollo económico, social y medioambiental sostenible. Quizás sea el momento de hablar de EESG 3/ o E2SG, para compartir el esfuerzo por un mundo más sostenible para todos de una forma más justa.

Tenemos buenas razones para impulsar la EESG, que hoy puede tener mecanismos más transparentes, diferenciados y valorados con mayor justicia.

La Unión Europea, en una carta reciente de su regulador ESMA European Securities Markets Authority, expresó su preocupación por la no regulación de criterios ESG que muestran cuánto nos queda por delante 4/.

Ciertamente los productos que cuenten con una certificación EESG necesitarían tener preferencias en el acceso a los mercados, de manera contundente. Esto podría ser una compensación justa por el esfuerzo de América Latina en la EESG: recibir acceso a los mercados de países desarrollados a través de la preferencia EESG. No será revisando los Acuerdos – como el EM-UE –, que llevaría décadas negociar. ¡Necesitamos la humanización con urgencia!

En tiempos de crisis, necesitamos ante todo solidaridad democrática y humana.

Quizás la nueva política de Biden nos ofrezca esperanzas en este sentido.

*Empresario brasileño, Presidente CEAL Capítulo brasileño

1) Abundance, The future is better than you think Peter H. Diamondis, Steven Kotler; Free Press, NY, 2012
2)  Interview mit  BDI Präsident Siegfried Russwurm  Handelsblatt 29.01.2021 
3)  Revista RI • Nº 241 • MAI 20 • EESG: O NOVO ESG
4)  28.01.2021 Letter ESMA  https://www.esma.europa.eu/sites/default/files/library/esma30-379-423_esma_letter_to_ec_on_esg_ratings.pdf

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