Brasil prepara su escenario energético para los próximos 30 años

“En el caso de la energía, Dios es brasileño”, dice Celso Cunha, presidente de la Asociación Brasileña para el Desarrollo de Actividades Nucleares (ABDAN). “Tenemos todas las fuentes de energía y en abundancia, una reserva de gas monstruosa, carbón, la séptima reserva mundial de uranio –enumera a Latin Trade–. Por eso es importante planificar. Y ahí está la parte difícil, escoger el camino”.

Con una visión estratégica de largo plazo, Brasil trabaja en un plan energético a 30 años que avanza a paso firme. Ya está en la etapa de consulta pública, que se puede prolongar hasta septiembre, luego se incorporarán los cambios pertinentes y antes de fin de año verá la luz.

El plan es un road map hasta el 2050 que prevé un aumento en 3,3 veces del consumo de electricidad y en 2,5 veces el de la demanda (necesidad de infraestructura) entre el 2015 y el 2050, según los números que maneja la Secretaría de Planeamiento y Desarrollo Energético que encabeza Reive Barros dos Santos. El desafío fue armar un plan que fuera estratégico en cuanto a tecnologías y proyección de futuro y, a su vez, pudiera combinar la mayor diversidad de fuentes de energía de acuerdo con las posibilidades de Brasil.

“Vivimos un momento de transición energética en el mundo –dice–. Estamos hablando de fuentes de bajo carbono, uso eficiente de recursos energéticos, digitalización, renovación tecnológica, cambio climático, desarrollo sustentable. Todo el escenario tiene que estar representado en ese plan, porque hay que considerar todas esas variables”.

En este plan PNE 2050, la energía nuclear tiene un lugar. No sólo por su importancia como energía de base para complementar la hidráulica (que hoy es el 65% de la energía producida en el país), sino por el impacto que la tecnología atómica tiene en áreas ajenas a la generación eléctrica.

“(La tecnología nuclear) no es sólo energía. Es toda una cadena productiva muy importante estratégicamente para el país”, dice Cunha. Por eso los equipos de trabajo analizaron el impacto en la medicina nuclear, la defensa, el control de insectos, la desalinización y los usos industriales.

A más población, más consumo

La proyección de la Secretaría de Planeamiento estima que la población brasileña crecerá de 205 millones de habitantes en 2015 a 224 millones en 2030 y 226 millones en 2050. Medido por hogares, el crecimiento va desde 65 millones en 2015, a 82 y 98 millones, respectivamente, en los años proyectados.

El Plan Nacional de Energía 2050 estimó en un máximo de 10.000 megavatios la infraestructura nuclear a construir, lo que se traducirá en ocho o nueve reactores de más de 1.000 megavatios de potencia cada uno.

La cantidad de megavatios elegida no es un número aleatorio. Se basa en el combustible que al día de hoy puede producir el país para abastecer a esos reactores de acuerdo con las reservas comprobadas de uranio que tiene su territorio.

Brasil cuenta con la séptima reserva mundial de uranio, con sólo un tercio del territorio explorado, con lo cual futuros relevamientos pueden hacerlo subir en la clasificación hasta el tercer lugar internacional, según estiman fuentes del sector.

El número fino de megavatios nucleares a instalar dependerá de la mayor o menor expansión de la energía solar en el período proyectado. “Si construimos menos solar, tendremos más reactores nucleares”, dice el presidente de la ABDAN.

Tipo de reactores, por definir

El PNE 2050 contempla una revisión y actualización quinquenal e incluye un plan ejecutivo hasta el 2029. “En ese escenario de 10 años, lo que ya está escrito es terminar Angra III (la tercera central nuclear brasileña) e inaugurarla en 2026”, dice Cunha.

“El Gobierno está acelerando este proceso. Ya liberó casi 1.100 millones de reales (US$213 millones) para el reinicio de las obras y anticipa otros 2.400 millones de reales (US$465 millones) para 2021 para no perder el plazo de inauguración del 2026”, explica.

Hasta ahora el financiamiento de la obra –avanzada en el 67% y con el 92% de los equipamientos ya adquiridos– corre por cuenta del Estado, pero se busca incorporar capital privado. Faltan unos US$ 2.800 millones para terminar Angra III y este plan nuclear, con un mínimo de 8.000 megavatios a construir en 30 años, significa una inversión de US$ 50.000 o US$ 60.000 millones, negocio que indudablemente se abrirá a la inversión privada.

El siguiente paso será definir tipo de reactores. “Estamos hablando de 30 años”, dice el ejecutivo. Una tecnología que es buena ahora, “a lo mejor en cinco años no lo es más”, reflexiona. A partir de 2021 va a haber un mapa con las prioridades de los lugares de emplazamientos.

“Y es una decisión política. Porque en cada usina estamos hablando de US$ 6.000 o US$ 7.000 millones –dice Cunha–. Todo gobernador de un estado quiere tener una porque aumenta drásticamente su recaudación”.


Puerto Rico: ¿un futuro nuclear?

Con una fragilidad en el sistema eléctrico que puso brutalmente de manifiesto el huracán María en el 2017, Puerto Rico analiza cómo transformar su matriz energética.

Los problemas son varios: una dependencia del 98% de los combustibles fósiles que hay que adaptar a los nuevos tiempos de dramático calentamiento climático, una red antigua de transmisión y distribución que ha vuelto inestable el suministro, un costo del kilovatio hora alto fundamentalmente porque el combustible se importa.

“María es un punto de inflexión para la transformación drástica de Puerto Rico en los próximos años”, dice a Latin Trade Eddie Guerra, presidente del Nuclear Alternative Project. La entidad, formada por ingenieros portorriqueños que trabajan en la industria nuclear estadounidense, presentó un proyecto para que la energía atómica sea parte del mix energético de la isla, con el objetivo de mejorar las variables expuestas más arriba.

El estudio presentado por NAP identifica a los reactores modulares pequeños (SMR) y a los microrreactores como una atractiva solución tecnológica por su versatilidad, rapidez de construcción y, fundamentalmente, porque puede darle estabilidad a la red eléctrica al aportar una generación constante (a diferencia de las energías solar o eólica).

Los microrreactores tienen una capacidad de hasta 20 MWe, mientras que los SMR van desde 20 MWe hasta 300 MW(e) por módulo. El grupo de expertos de NAP anticipa que para el 2024-2025 las autoridades de Puerto Rico tendrán ya definido todo el plan energético y, si prospera la opción nuclear, se podrá avanzar con la elección de los emplazamientos.

Élida Bustos informó desde Buenos Aires

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