A veces se pierde la perspectiva. En el último cuarto de siglo el mundo cambió más que en milenos de existencia de la especie humana. Basta recordar algunas cosas para demostrarlo.
En 1994 internet funcionaba literalmente a medias. El 40% de los adultos en Estados Unidos, el país el líder en conectividad, tenía cuentas activas. Los celulares eran una rareza. Las empresas más grandes del mundo eran General Motors, Ford, ExxonMobil e IBM y las FAANG (las cinco acciones tecnológicas más populares y de mejor desempeño) no habían sido fundadas. Los bancos apenas empezaban a operar en línea y la escena financiera estaba dominada por las cuentas corrientes y los ATM.
Del Nuevo Mundo tampoco hay que hacer descripciones detalladas. Está construido alrededor de internet, de 5.000 millones de celulares y de una nube que hace innecesario que cada usuario se aprenda ninguno de los cientos de números de teléfonos que almacena.
Se mueve con los 200.000 millones apps que se descargan cada año y que permiten escoger el atuendo del día, la película del viernes, el argumento de la próxima confrontación política, pedir o pagar. Depende de la microtransmisión de datos y energía. Allí se necesita tanto el wifi y una toma de corriente como hace un siglo se necesitaba un grifo de agua.
También modificó los conceptos de extremos climáticos, privacidad, nación y distancia.
El Nuevo Mundo tiene su lingua franca en un esperanto que a veces se dibuja con pequeñas gotas puestas dentro de un círculo amarillo, o se escribe con verbos como LOL y contracciones como “k”.
Este Nuevo Mundo no queda en ninguna parte en especial. Su geografía no calca las fronteras de los países, que ya desdibujaron hace tiempo las multinacionales económicas y políticas. Pero sí hay zonas y ciudades que están dentro y otras excluidas.
En los 25 años de existencia que celebramos en 2019, Latin Trade ha sido testigo de la consolidación del nuevo orden global. Nos encanta la promesa de más bienestar material para más gente, pero nos preocupa que ese bienestar se está yendo, desde hace tiempo, hacia otros lugares.
Queremos que América Latina –el Nuevo Mundo de hace cinco siglos– no se quede por fuera, pero así está ocurriendo. En el último cuarto de siglo el PIB per cápita en dólares constantes de la región aumentó 33%, de casi US$7.000 a US$9.300. ¿Gran logro? No, si se considera que en el mismo lapso Corea del Sur, que en los sesenta era más pobre que la mayor parte de los países latinoamericanos, pasó de US$11.100 a US$21.200.
En este y los próximos 25 años queremos acompañar (¿azuzar?) a América Latina, a sus empresarios, a sus gobiernos y a sus gentes, en la labor de acelerar el crecimiento. En conseguir que esta tierra de esperanza y de reserva de aire, agua y vida no sea más el sitio fértil para la angustia, para la discordia y para la guerra.
Sean bienvenidos a esta revista, con la que comenzamos nuestra celebración de un cuarto de siglo.
Esta nota se publicó en la edición Sustentabilidad 2019.