La pobreza ¿un problema de negocios?

“Las crisis económicas tienen efectos sociales devastadores y el número total de pobres en América Latina es mayor hoy que en 1980, mientras que en todo el mundo ha disminuido. La pobreza es un problema ético y también retrasa el crecimiento económico”.

En mi libro Global Latinas (*), publicado en 2009, formulo la siguiente pregunta: ¿Debería la reducción de la pobreza formar parte de los programas de responsabilidad social empresarial (RSE) de las multinacionales latinoamericanas? Casi diez años después, la pobreza sigue siendo un problema importante en América Latina. Al mismo tiempo, muchas empresas  latinoamericanas siguen triunfando a nivel mundial con un fuerte liderazgo. La visión de sus fundadores solía incluir una dimensión social que consistía en trabajar con los empleados y las comunidades locales para mejorar sus condiciones sociales mediante viviendas, educación y beneficios especiales de salud. Sin embargo, esta visión con frecuencia se olvida. A partir de las cifras y pese a las mejoras logradas durante la década de oro, el documento “Panorama Social de América Latina 2017”, elaborado por la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL), señala que la población en situación de pobreza aumentó de 168 millones en 2014 a 186 millones en 2016 (30,7% de la población de la región) y, dentro de esa cifra, los habitantes que viven en pobreza extrema pasaron de 48 millones a 61 millones (10% de la  población total de América Latina) durante el mismo período.Las crisis económicas tienen efectos sociales devastadores y el número total de pobres es mayor hoy que en 1980, mientras que en todo el mundo ha disminuido. Muchos no tienen otra opción que trabajar en la economía informal, sin gozar de ningún derecho. Su trabajo es indispensable para proporcionar comida y un refugio precario (a menudo en un barrio marginal) a la familia. La pobreza es un problema ético y también retrasa el crecimiento económico. En nuestras economías basadas en servicios, los países necesitan ciudadanos que compren automóviles, hipotecas, vacaciones. El consumo funciona como un motor interno para el crecimiento y como “amortiguador” en épocas de crisis. Por otro lado, repasamos los escándalos de corrupción que en 2017 afectaron no sólo a numerosas empresassino también a gobiernos. En la actualidad, se investiga a 87 firmas que cotizan en bolsas de Estados Unidos por
posibles violaciones de la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero (FCPA). Veintiseis –el 30% – son de América
Latina. Sólo Brasil representa el 20% de la lista total. El escándalo en torno a la constructora brasileña Odebrecht
manchó a gobiernos y dirigentes empresariales de México, República Dominicana, Venezuela, Colombia,
Ecuador, Argentina y Perú. De hecho, la reputación ha tocado un piso histórico y la confianza es un bien escaso y a la vez el más necesario porque “permite” que las empresas funcionen. En este contexto, los programas de RSE deben tener en cuenta el impacto social y de qué manera contribuyen directamente a reducir la pobreza. Abundan ejemplos de cómo hacerlo, ya sea mediante capacitación, microfinanciamiento, empleo seguro, buenas políticas ambientales o comercio local y justo que  favorezca a poblaciones indígenas, entre tantos otros. Es hora de actuar porque el futuro de una región unida y próspera depende de los gobiernos, la sociedad civil y de lo que hagan sus líderes empresariales. Es perentorio que la dirigencia  empresaria se convierta en parte de la solución de los problemas sociales de la región.

LOURDES CASANOVA, catedrática senior y directora académica
del Instituto de Mercados Emergentes, Escuela de Negocios Johnson,
Universidad de Cornell. [email protected]

(*) Casanova, L. 2009. Global Latinas. Emerging Multinationals from Latin America. Palgrave Macmillan. ISBN 978-0-230-23502-1

Esta nota se publicó en la edición WEF 2018

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