El riesgo de la transformación

Por Ingo Plöger, Presidente, Consejo Estratégico, CEAL

¿Cuál es el mayor riesgo: transformar o no transformar?

La respuesta parece obvia, pero la ambigüedad está en un proceso de cambio. La transformación genera cambios nuevos e impredecibles que, para la evaluación del riesgo, se considera un riesgo. Por otro lado, la inmovilidad se considera un riesgo frente a los cambios en el entorno incierto y perturbador.

América Latina atraviesa momentos de fuertes transformaciones políticas, estructurales, económicas y sociales. La evaluación del riesgo parece dar una calificación bastante desfavorable en estas transformaciones, pero es importante evaluarlas desde varios ángulos.

Las transformaciones fuertes en las democracias se informan en tiempo real al mostrar instantáneamente cambios políticos en los países, y los gobernantes siempre están «corriendo tras las noticias» reaccionando en lugar de actuar. Los riesgos de cambio, especialmente cuando afectan a segmentos de la población, como los ancianos, cuando se trata de la jubilación, o los salarios cuando se habla de servidores públicos, o las mujeres cuando se trata de igualdad, entre muchos otros, generan reacciones inmediatas por parte de aquellos que fueron afectados negativamente. Por lo tanto, el riesgo se hace evidente y la percepción de su grado de impacto no siempre se puede evaluar objetivamente.

Los mercados reaccionan, valorando el riesgo. En los gobiernos autocráticos, los riesgos no se revelan de manera transparente y los efectos secundarios no se ven, y el mercado a menudo no cuantifica objetivamente la transformación.

Por ejemplo, China, que ahora tiene el 50 por ciento de su población en la agricultura y que no puede inmigrar libremente a los centros urbanos de su elección, recibe evaluaciones de riesgo muy favorables a largo plazo, porque transmite la imagen de que todo está muy bien controlado sin conflictos de fricción. América Latina tiene más del 80 por ciento de su población viviendo en un entorno urbano y ha pasado muchos años convirtiendo a la población de la periferia en un sector de mayores ingresos, pero la situación de pobreza y riqueza aparentes es muy diferente, lo que revela el conflicto existente. Entonces, las elecciones en Chile, en Honduras y ahora en Brasil tendrán temas de mayor relevancia en la forma de estructurar el país frente a los enormes riesgos futuros. El liderazgo del país tendrá que tomar medidas amargas de profundas reformas en materia de seguridad social, educación, inversión privada, inversión pública, superávit del mercado debido a la falta de competencia y transparencia, y así sucesivamente. La reacción pública a estas medidas se disputará en las calles y ante los jueces, lo que da la impresión de que la inseguridad jurídica y social aumentará sustancialmente en los próximos años.

La sociedad civil, aunque desorganizada por el «botón verde» de Messenger, Whatsapp, Twitter y otros, produce una masa crítica de fuerte resonancia, y la previsibilidad de las decisiones políticas y económicas se vuelve mucho más difícil. ¿Consecuencias? Los riesgos tienen un precio al alza, y la predicción negativa parece autoconfirmarse.

Mirando hacia atrás, los últimos años en América Latina no han sido fáciles y la agitación es alta, pero los resultados políticos y económicos de la mayoría de los países donde la democracia tiene bases saludables son más positivos de lo que se había predicho. En el caso de Brasil, no había una agencia de evaluación de riesgos que no ubicara el PIB de 2017 en el orden del 0.1 por ciento. La realidad está más cerca del 1.5 por ciento. También ponen la inflación en el orden del 5 por ciento, cuando la realidad está más cerca del 2.5 por ciento. La balanza comercial se ubicó en el orden de los 45 mil millones de dólares, pero la realidad está más cerca de los 67 mil millones de dólares, y así sucesivamente. No como en Argentina, Paraguay, Panamá, incluso en México con toda su imponderabilidad contra el vecino estadounidense, lo hizo mejor.

El tema puede mostrar que a los analistas en general les gusta pecar por pesimismo más que por realismo, pero quien paga la factura es una sociedad pobremente valorada, pagando tasas de interés más altas, teniendo mayores riesgos, ofreciendo mayores garantías y vendiendo a menor precio. Una vez más, menciono el caso de Brasil, la tasa de interés interbancaria SELIC cayó del 14 al 7 por ciento en 14 meses, pero el interés al final del comercio y la industria continúa en niveles muy altos. La extensión no cayó proporcionalmente. Aunque hubo importantes reformas durante 18 meses, ninguna de las agencias de riesgo le devolvió el grado de inversión de Brasil, aunque el país recibió más de US$70 mil millones en IED. ¿Por qué es esto?

Hay varias lecciones que tomamos de esto:

  • Que errar del lado del pesimismo no es tan malo como para equivocarse del lado del optimismo, sino solo para los analistas, no para el país.
  • Para el comprador, el riesgo de transformación es bueno porque reduce el precio de compra, pero no es bueno para el vendedor.
  • El riesgo de transformación siempre es mayor en las democracias que en los regímenes autoritarios. En realidad, hay un «bonus autoritarios» y un «malus democraticus», que por supuesto nadie reconoce.
  • Esa transformación es mejor que la inmovilidad incluso cuando se incurre en riesgos imprevistos, porque quien realmente se transforma tiene la capacidad de corregir.

Los jóvenes de nuestros países latinoamericanos son el mejor riesgo de transformación que tenemos porque quieren un mundo diferente y mejor, innovando para dar prosperidad, bienestar y una sociedad más justa, más libre y más fuerte.

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