¿Puede China hacer nuevos amigos en América Latina?

Por Margaret Myers

Las relaciones de China con América Latina están evolucionando en alguna medida como resultado de los cambios en el escenario político de la región.

Aunque en alguna medida las empresas chinas comercian e invierten en casi todos los países de América Latina y el Caribe, han tendido a enfocar sus esfuerzos principalmente en un puñado de naciones de Sur América. El financiamiento por parte del banco público de desarrollo Chino (China Development Bank and China Export-Import Bank) ha estado dirigido tradicionalmente a Venezuela, Ecuador, Brasil y Argentina, por ejemplo.

La inversión extranjera directa también ha estado notablemente dirigida a esos países, aunque también le ha brindado atención considerable a oportunidades en Perú, Chile, Panamá, México, Cuba y el resto.

En tanto que el cierre de negocios chinos en Venezuela, Ecuador, Argentina y Brasil ha sido facilitado en muchos casos por fuertes relaciones gobierno-gobierno, y aún en casos, relaciones personales, las nuevas condiciones políticas en esos países han generado incertidumbre entre algunas entidades chinas.

La relativa «carta blanca» de China en la Argentina de Cristina Kirchner ha sido reemplazada por la aún amigable pero cauta aproximación de Mauricio Macri. El presidente argentino prometió revisar varios negocios aprobados por su predecesora en búsqueda de una creciente «madurez» en la relación con China. De alguna manera, los proyectos hidroeléctricos chinos en Argentina están sufriendo alteraciones como resultado de lo anterior.

A pesar del apoyo de más de una década a los chavistas de Venezuela, en Beijing pocos dudan que al presidente venezolano Nicolás Maduro le queda poco tiempo en el cargo. Con ello en mente, las autoridades chinas ya han iniciado contactos con la oposición venezolana, según reportes. Los profesionales de la política exterior china trabajan ahora en determinar cómo lucirá el liderazgo venezolano futuro y si éste será amigable a Beijing.

Muy seguramente, el presidente chino Xi Jinping evaluará el ambiente político y económico de Ecuador durante su visita al país para participar en la Reunión de APEC a mediados de noviembre, en Lima, Perú.

La salida del cargo de la presidenta Dilma Rousseff por decisión del legislativo es también otra fuente de preocupación para China, que ha tenido una relación productiva, si bien no perfecta, con el Partido de los Trabajadores (PT) brasilero desde la época de  Luiz Inácio Lula da Silva en la presidencia. En todo caso, en anticipación a la reunión del G20 en Hangzhou, China, el reemplazo de Rousseff, Michel Temer, ha indicado su interés considerable en mantener una fuerte relación China-Brasil.

La siempre en evolución dinámica política en América Latina es una buena razón para que China diversifique sus alianzas.

Ya existe evidencia de diversificación sectorial y geográfica de la inversión y el financiamiento chinos a lo largo de la región. Los bancos comerciales y empresas chinas están explorando nuevas oportunidades de inversión en una gran gama de sectores. Hay mucha actividad en varios países. En Colombia, donde China tiene una presencia mínima relativa, las firmas chinas han asegurado algunos contratos que incluyen la participación en la iniciativa de infraestructura de vías de ese país, denominada 4G, y posiblemente en el desarrollo de una porción del puerto de Buenaventura, en la costa Pacífica de la nación.

Las dificultades recientes de países como Venezuela y Argentina podrían impedir mayor progreso de alguna forma, sin embargo. Citando preocupaciones sobre riesgo político y la complejidad de los marcos regulatorios, las empresas chinas son cada vez más aprehensivas a invertir en la región, a pesar de todo el apoyo del gobierno chino para proyectos nuevos y cada vez más diversificados.

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